Con este articulo voy a poner un punto y aparte sobre el tema de la jubilación. Creo que este ensayo es el cierre más adecuado para saber que es función del Estado prepararse para esta nueva realidad que pronto estará entre nosotros.
No se trata solo de ejecutivos, se trata de todos los mayores de 65, artesanos, obreros, empleados, profesionales, ejecutivos.
Estamos todos involucrados y es hora que nos hagamos cargo de lo que le corresponde a cada uno
El alto precio de la vida más larga
Christophe Vorlet, Natasha Singer
para New York Time
Primero las buenas noticias: vivimos más y hacemos una vida más saludable que en cualquier otro momento. La expectativa de vida en España, Grecia y Austria, por ejemplo, se duplicó en el transcurso del siglo XX.
Ahora las malas noticias: a este paso, no podremos permitirnos vivir tanto.
Por primera vez en la historia de la humanidad, los mayores de sesenta y cinco años están a punto de superar a los niños menores de cinco. En muchos países, la gente mayor que cobra jubilaciones estatales, tiene servicios de salud y necesita atención a largo plazo, pronto será más que la fuerza de trabajo cuyos impuestos contribuyen a financiar esos beneficios. Se estima que ninguna otra fuerza influirá tanto en el futuro de la salud económica nacional, las finanzas públicas y las políticas nacionales, según un nuevo análisis sobre el envejecimiento global de Standard & Poor’s, como “el ritmo irreversible al que envejece la población.”
¿Qué preparativos hacen los países más desarrollados para manejar el crecimiento de la población mayor y la forma en que los consiguientes gastos afectarán el presupuesto?
La mayoría no lo hace muy bien. A menos que los gobiernos hagan cambios drásticos del gasto público relacionado con la edad, la deuda soberana podría volverse insostenible y rivalizar con los niveles alcanzados durante cataclismos como la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, según el informe de S&P.
¿Qué hay que hacer, entonces?
En primer lugar, los gobiernos deberían subir la edad de jubilación, dice Marko Mrsnik, director adjunto de calificaciones soberanas de Europa de S&P y principal autor del informe. Otra idea obvia, señala, es que los gobiernos deben equilibrar su presupuesto.
Es una pena, pero los ciudadanos suelen no entender la lógica de reducir los beneficios públicos a los efectos de mantener la solvencia nacional. Basta con analizar el reciente caso de Francia, donde más de un millón de personas salió a la calle para protestar por la reforma jubilatoria que elevaría la edad legal mínima de retiro de sesenta a sesenta y dos años. Por otra parte, dicen los especialistas en envejecimiento global, medidas como la reforma jubilatoria constituyen respuestas inadecuadas para el enorme cambio demográfico que debemos enfrentar.
Si el costo de mantener las poblaciones que envejecen pudiera llevar a niveles de endeudamiento gubernamental similares a los de la Segunda Guerra Mundial, una solución a la crisis exigiría una respuesta masiva del tipo del Proyecto Manhattan o la carrera espacial, dice Michael W. Hodin, que es investigador adjunto del Consejo de Relaciones Exteriores y se dedica a temas de envejecimiento.
Gobiernos, industrias y organismos internacionales, sostiene, tendrán que trabajar juntos en la transformación de la estructura de la sociedad mediante la creación de empleos y programas de educación para personas mayores de sesenta y de setenta y tantos años –la hipotética nueva mediana edad- y el abordaje de enfermedades como el Alzheimer.
“Lo que necesitamos es una transformación fundamental y profunda que sea proporcional a los inminentes cambios sociales”, dice Hodin.
Una sugerencia simple: los grupos y organizaciones internacionales influyentes deberían tomar el envejecimiento como causa, tal como lo han hecho con el medio ambiente. Si bien las Naciones Unidas, por ejemplo, establecieron ocho “objetivos de desarrollo del milenio” para 2015, la lista no comprende asegurar la sustentabilidad y la igualdad de las poblaciones que envejecen.
“Es inaceptable que no se haya incluido el envejecimiento en esos objetivos”, dice la baronesa Greengross, integrante de la Cámara de los Lores de Gran Bretaña y CEO del Centro Internacional de Longevidad-GB en Londres.
Otra sugerencia: los gobiernos deben empezar a frenar el aumento del gasto médico con miras a la inminente crisis de ancianidad.
Al mismo tiempo, los políticos también tienen que comenzar a educar a los ciudadanos en la comprensión de que una mayor longevidad puede implicar sacrificios personales, entre ellos una mayor participación en sus costos médicos.
Pero las recompensas pueden ser un mejor abordaje que los castigos, señala Laura L. Carstensen, profesora de psicología de la Universidad de Stanford en California y directora del Centro de Longevidad de Stanford.
Los gobiernos y el sector privado podrían desarrollar incentivos para que la gente mayor siguiera trabajando, declara. Esos incentivos podrían comprender bonificaciones por trabajar hasta los setenta años, además de eximir a los empleadores del pago de impuestos de Seguridad Social para los empleados que superen la edad jubilatoria.
Por último, gobiernos y empresas no deben considerar que las poblaciones que envejecen son un lastre de deuda sino fuentes de conocimiento.
Lady Greengross menciona una ley de igualdad que aprobaron hace poco los legisladores británicos y que prohíbe la discriminación contra la gente mayor que busca bienes y servicios como alquileres de autos o hipotecas. Por otra parte, señala, el año que viene Gran Bretaña eliminará la edad jubilatoria de sesenta y cinco años.
“A largo plazo, me gustaría que la edad fuera irrelevante”, dice Lady Greengross, “que no se encasillara a la gente por los años que tiene.”
Epígrafe: Velar por las necesidades de una creciente población mayor podría derivar en niveles de endeudamiento similares a los de la Segunda Guerra Mundial a menos que las sociedades se transformen, advierten algunos especialistas.
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